Aquí hemos tenido que aprender a vivir con dolor. Un dolor causado alguna vez tanto en los cuarteles de la Guardia Civil y de la Policía Española como en las comisarías de la Ertzaintza. Un dolor infinito, que nunca ha sido curado: nos acompaña siempre allá donde vamos. Alguna vez nos insultaron y humillaron, nos despreciaron y sometieron, nos tocaron y ahogaron, nos golpearon y violaron... incluso mataron a varias de las nuestras. Con ello, consiguieron que nos sintiéramos una mierda, pero pese a las heridas logramos levantar cabeza y avanzar. Con mucho dolor, pero fuimos capaces de seguir luchando por la libertad de nuestro pueblo.
Aquí la tortura ha sido un arma sofisticadísima empleada para combatir al independentismo vasco. Un arma sistemática y sistémica. Para su correcto funcionamiento es necesaria la organización de una trama kafkiana con la implicación de responsables políticos, institucionales, policiales, médicos, judiciales y mediáticos. Una maquinaria enorme con un sólo propósito: reducirnos. Sin embargo, lo sufrido por 5.655 personas nos son más que son elucubraciones nuestras, fantasías... Ese negacionismo, ese no reconocimiento de lo ocurrido, no hace más que agudizar nuestro dolor. Aunque nunca consigamos que desaparezca de nuestro interior, el hecho de que salga a la luz lo que ha pasado aliviaría considerablemente esta losa.
Todavía queda un largo camino hasta llegar a saber lo que verdaderamente ha pasado. El Gobierno Vasco inició un primer paso al encargarl a investigación sobre casos de tortura en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa al Instituto Vasco de Criminología de la UPV bajo la dirección de Pako Etxeberria. En Navarra pedimos valentía al Gobierno de Barkos para emprender ese camino aunque no tuvo el suficiente coraje hacer frente a las presiones. A pesar de que el Tribunal Constitucional derogó la ley foral de víctimas policiales, pedimos al Gobierno de Chivite que esclarezca seriamente este asunto.
Junto a ello, 120 de los dos centenares de presos políticos que se encuentran en las cárceles españolas fueron torturados al ser detenidos. Tomando en cuenta el Protocolo de Estambul todos ellos podrían encontrarse en sus casas a través de la aplicación de la justicia de transicional. Ello supondría, sin embargo, el reconocimiento de la tortura. Sería un paso más en el camino hacia el reconocimiento. ¡Aliviaría tanto dolor! Pero aquí, como no ha pasado nada en los cuarteles, la tortura sigue gozando de una impunidad total y los torturadores no sólo han sido ascendidos sino también condecorados en muchos casos.
El dolor producido por la tortura no es más que la punta del iceberg. Cuando ocultan la tortura, ocultan en el fondo todo un conflicto político. Así, tratan de imponer un relato ficticio, un relato de buenos y malos, con el fin de seguir negando la palabra y la capacidad decisión a un pueblo entero. Con ello, no hacen más que perpetuar el dolor de todo un pueblo.
Es necesario que salga a la luz toda la verdad, no sólo para aliviar nuestro dolor, sino también para que este pueblo avance hacia un nuevo escenario de paz y libertad. Negar el sufrimiento de muchísima gente sólo sirve para perpetuar el conflicto, no para solucionarlo. Esperamos y deseamos que nuestras hijas e hijos no hereden este dolor, sino un país libre y en paz.