Durante las últimas décadas la humanidad ha actuado como si los límites biofísicos del planeta y el desarrollo económico que se puede encauzar sobre el mismo fueran infinitos. Izada la bandera de la globalización y autoproclamado EEUU como único gendarme mundial, el sistema capitalista y patriarcal se ha desplegado en todo el mundo.
Además del poder militar, los avances tecno-científicos también le ofrecieron una gran ventaja a EEUU y Europa (a eso que llamamos occidente). Y al colonialismo de antaño le dio continuidad el neocolonialismo del siglo XX. El primero se basó en las materias primas y los recursos naturales, y el segundo en la explotación de la fuerza de trabajo barata. La globalización, la deslocalización y la financiarización establecieron el orden económico mundial y, como ya hemos señalado, occidente mantuvo una situación llena de de privilegios.
Sin embargo, el mundo ha cambiado radicalmente en este nuevo siglo XXI, y cambiará aún más. Aunque es algo que estaba anunciado desde el siglo pasado, los límites biofísicos del planeta son ya muy evidentes. La emergencia climática es un riesgo inevitable que ya está aquí y se nos impone como amenaza. La población del planeta ha cambiado radicalmente, se ha multiplicado. Así mismo, la necesidad de crecimiento constante consustancial al sistema capitalista choca con el carácter finito de los recursos naturales, las materias primas y los medios que necesitamos para vivir. El enorme crecimiento de la población, por un lado, y la búsqueda de un desarrollo ilimitado con recursos limitados, por otro, han generado una gran pugna.
Al igual que al colonialismo de siglos anteriores le respondió el anticolonialismo de diferentes países, al neocolonialismo del siglo XX le ha plantado cara frontalmente el antineocolonialismo del siglo XXI. Mientras el mundo unipolar liderado por Estados Unidos está en crisis y en decadencia, el nuevo mundo multipolar basado en las nuevas potencias (China, India, Rusia, Brasil...) se está expandiendo, y la actual competencia -y en algunos casos guerra (Ucrania, Siria...)- por el control de territorios y recursos en los diferentes continentes del planeta no es más que una consecuencia de todo ello. Lo que parecía infinito se ha acabado, y han “empezado” las tensiones, luchas y guerras (bélicas, económicas o comerciales) por el control de unos recursos finitos.
Hemos saltado de un mundo unipolar a una realidad que ya es multipolar, o, al menos, estamos en plena transición hacia ese nuevo escenario. El foco de la economía mundial se ha desplazado del oeste al este, y, además, lo ha hecho rápidamente. Como ha tenido que reconocer recientemente la presidenta del BCE, Christine Lagarde, la economía mundial se está fragmentando. Esta nueva situación, que tiene como objetivo la hegemonía económica, será conflictiva e inestable. Además, debemos interiorizar que, en este escenario multipolar que se ha construido, a Europa se le han asignado funciones meramente subsidiarias y que, desgraciadamente, hoy por hoy, los líderes europeos no están mostrando la voluntad necesaria para tener voz propia y ocupar su propio lugar en el mundo.
Además de todo lo anterior, la emergencia climática ha dejado de ser una mera hipótesis, convirtiéndose no sólo en un riesgo real para futuras y graves catástrofes naturales, sino en un factor que ya está condicionando nuestras vidas y nuestra economía. La guerra de Ucrania, de la que ya hemos hablado antes, ha provocado un repunte de los precios de la energía y de muchos otros productos. Pero, más allá de eso, no hay que olvidar que, por un lado, nos encontramos ante el fin de los combustibles fósiles en general y que, por otro lado, el descenso de las cosechas que se está produciendo en los últimos años como consecuencia del calentamiento climático repercute directamente en los precios de los alimentos. El encarecimiento de la vida ha empeorado las condiciones de vida de millones de personas.
Pero existe otra realidad terrible que ha empeorado mucho nuestra realidad cotidiana: la crisis de los cuidados. En los últimos siglos se ha desarrollado un sistema capitalista basado en la colonización de países y en la explotación salvaje de sus recursos naturales. El capitalismo es un sistema basado en la explotación y expropiación de la fuerza de trabajo y los recursos naturales. Sin embargo, además de todo ello, el sistema también necesita todos los trabajos reproductivos, que recaen principalmente sobre las mujeres y cuya viabilidad también ha entrado en crisis.
Evidentemente, el envejecimiento de la población occidental ha incidido en ello, pero también hay que destacar otros dos factores: la incorporación de las mujeres al mercado laboral, que en muchos casos ha sido necesaria para garantizar unas condiciones de vida dignas, y la constante precarización de las condiciones laborales. Y todo eso ha provocado una crisis de los cuidados. El sistema no es capaz de garantizar los trabajos reproductivos, ni siquiera después de haber construido unas cadenas de cuidado globales que atraviesan el mundo entero. Esas cadenas de cuidado globales han provocado la migración de miles y miles de mujeres y han extendido en nuestro entorno una nueva y dolorosa realidad equiparable al esclavismo. La explotación de los cuerpos de esas mujeres y de las tareas de cuidados que realizan es también una de las principales características del neocolonialismo occidental del siglo XXI. El sistema capitalista patriarcal es un sistema injusto basado en opresiones y expropiaciones múltiples, y, por supuesto, eso nos ha llevado a una situación de crisis múltiples.
Tras la Gran Recesión que comenzó en 2008 sufrimos una grave crisis económica, pero la economía mundial apenas ha sido capaz de darle la vuelta a esa situación. Antes incluso de que llegara la pandemia ya se anunciaban nuevas recesiones, y después de la misma las principales economías mundiales atraviesan, en general, una situación de estancamiento. Por supuesto, la guerra ha empeorado la situación y, como ya hemos señalado, la fase final de los combustibles fósiles y la escalada de precios provocada por la crisis climática y las malas cosechas han provocado las mayores tasas de inflación de las últimas décadas. Y, como los salarios no suben en la misma medida, hay que decir que se está produciendo un empobrecimiento y un empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Los salarios no suben, pero los beneficios de las grandes empresas no dejan de crecer. Por lo tanto, mejor haríamos si, en vez de hacer lecturas fáciles sobre la inflación, nos fijáramos en los oligopolios que hay detrás de ella y en sus intereses económicos, para denunciar, entre otras cosas, las subidas de precios, que en muchos casos acuerdan de forma encubierta.
Hemos dicho que el mundo está cambiando radicalmente, pero hay dirigentes que no se han dado cuenta o no se quieren dar cuenta de ello. Pretenden responder a la nueva situación con viejas recetas, de manera que EEUU y el Banco Central Europeo han decidido elevar el tipo de interés para combatir la inflación. Dicen que eso debería afectar positivamente a la inflación, ya que la subida de los tipos de interés reducirá el consumo y la inversión. Pero, como hemos visto, el actual encarecimiento de los precios responde a otros factores (combustibles fósiles, guerras, malas cosechas...) y, por lo tanto, el aumento de los tipos de interés sólo puede beneficiar al sector financiero (aumentando el margen de beneficio), mientras que hará empeorar aún más la situación de miles y miles de personas hipotecadas. Por lo tanto, a la repercusión de la inflación en la ciudadanía hay que añadirle el efecto que tendrá la subida de los tipos de interés. Todo ello, además, mientras se aprueban reformas laborales para mantener precarizados los trabajos y los empleos, también en el Estado español. Y también hay que denunciar la acumulación de riqueza que se está produciendo precisamente en el momento en que la situación de la mayoría está empeorando y precarizándose.
En esta lectura hemos descrito el escenario de crisis múltiples que ha provocado el sistema capitalista patriarcal, así como los movimientos económicos y geopolíticos que se están dando a nivel mundial. El debate está abierto en la propia base del sistema. Y por parte de las élites tampoco hay una decisión única y lineal. En estos momentos, por ejemplo, en la Unión Europea está abierto el debate entre quienes quieren volver al paradigma de la austeridad y quienes consideran que para financiar la transición energética o invertir en industrias y suministros estratégicos todavía será necesario un gran gasto público. Esas dos posiciones contrapuestas y enfrentadas han sido evidentes en los últimos meses, y los choques entre estados también se han multiplicado y seguirán aumentando. En cualquier caso, tanto en un caso como en el otro, intentarán encontrar la manera de seguir llenando los bolsillos de una minoría y expropiando lo que es de todas y todos. Por suerte, a ojos de la ciudadanía es cada vez más difícil que, como hicieron en su día con los rescates bancarios, el dinero de todas y todos solo beneficie a una minoría, que mientras desmantelan los servicios públicos sigan ayudando a las grandes empresas... Y eso deja abierta la posibilidad de luchar, como demuestran otras decisiones que se han dado en los últimos tiempos.
Las respuestas ante este escenario polarizado, cambiante y conflictivo no están yendo todas en la misma dirección. Al igual que la reforma laboral aprobada el año pasado por el Congreso de Madrid no era un instrumento satisfactorio para garantizar unas condiciones laborales y de vida dignas para la clase trabajadora, las medidas acordadas con EH Bildu en materia de deslocalizaciones, pensiones o vivienda son decisiones que van en la dirección correcta. En medio de esta difícil y grave situación que estamos explicando y describiendo, son medidas que pueden aliviar la situación de miles y miles de personas.
Pero aliviar la situación no basta, la clave es revertirla. Para construir un mundo diferente tenemos que enfrentamos a las bases del sistema capitalista y patriarcal. Ante la guerra tenemos que alzar la bandera de la paz y la desmilitarización. Ha llegado el momento de afrontar la emergencia climática con valentía (impulsando la descarbonización y comenzando a reducir el consumo injusto). Es hora de repartir las tareas de cuidados y dar pasos firmes en la dirección de un sistema de cuidados público y comunitario. Y, en general, hay que avanzar hacia un sistema de distribución de la riqueza que busque el bienestar de la ciudadanía. Con el ecosocialismo y el feminismo como brújula, también es el momento de ir dando pasos, día a día, en la dirección de la República Vasca libre. En un día tan señalado como hoy, Primero de Mayo, queremos comprometernos a ello, porque, además de defender las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora, es imprescindible echar a andar hacia un mundo mejor.
En esta dirección, y en la medida en que se nos niega la soberanía económica y política, la lucha por la soberanía política, económica y social cobra especial importancia. Porque, en definitiva, una República Vasca formada por ciudadanas y ciudadanos libres y sin ninguna opresión solamente puede construirse sobre esa base, en la dirección de un mundo distinto. Eso es lo que, hoy y aquí, nos toca construir.
Este tiempo de crisis múltiples también es un tiempo de disputa, debate y lucha entre paradigmas, ideologías y posiciones diferentes. Por duro y difícil que sea, quienes queremos construir una Euskal Herria libre y un modelo de sociedad diferente tenemos que ver este tiempo de cambios como un tiempo también de oportunidades. Tiempo de disputa y de lucha. Ahí situamos hoy el Primero de Mayo, día de reivindicación de los derechos de la clase trabajadora mundial. Ahí enmarcamos las movilizaciones de los últimos meses y semanas a favor de unas pensiones dignas, del sistema de cuidados público y comunitario, de la sanidad pública, en defensa del medio rural…, así como las innumerables huelgas y luchas que se están llevando a cabo en los centros de trabajo y, cómo no, la organización diaria en el pueblo, el centro de enseñanza o la fábrica. Luchar merece la pena.
Gora munduko langileria!
Gora munduko herri zapalduak!
Gora herria!